El emprendimiento en España corre serio peligro

Septiembre va a ser la prueba indiscutible de la realidad laboral y económica de nuestro país. Mientras julio y agosto, restricciones y movilidad reducida de por medio, ya dejaban mostrar que el emprendimiento en nuestro país y, sobre todo, la pequeña empresa, no pasa por su mejor momento, será el otoño el momento en el que la realidad del tejido empresarial cobrará especial relevancia y se podrá testar no solo las consecuencias de la pandemia sino también el devenir económico que ya asomaba antes del estado de alarma de marzo.

El goteo de bajas en la seguridad social de pymes resulta, ahora mismo, imparable. Con el cierre de los locales nocturnos en busca de lidiar con las cifras de contagio, la falta de un turismo que, durante los veranos, venía en masa desde Europa y que ahora se encuentra con muchos menos vuelos y con restricciones como la de TUI, el gran operador internacional, que a excepción de Canarias, ha cancelado el resto de sus operaciones con España, y un gasto del turista nacional mucho más contenido, presagian unos meses venideros complicados para que salgan las cuentas.

De hecho, son los locales más céntricos, según se empieza a ver, que vivían mucho más del turista que del nacional (véanse las Ramblas, la zona centro de Madrid, o de cualquier capital que se precie) quienes no consiguen levantar cabeza. Por contra, los locales en zonas más residenciales, son quienes mejor están capeando la vuelta, incluso llegando a rozar la normalidad previa a toda la crisis sanitaria.

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¿Dónde está creciendo?

Curiosamente, con fronteras e importaciones en cuarentena (Marruecos o incluso Argentina han visto reducida su importación) son los sectores de agricultura y ganadería quienes más nuevas empresas están creando durante estos meses.

Eso hace presagiar una nacionalización de productos y consumo que sirvan para volver a poner a España a la cabeza del consumo de producto español que, por contra, cada vez se exportaba más, haciendo que hubiera que importar el producto de huerta de otras internacionales mientras que lo que se producía en los campos de gran parte de la geografía nacional acababa en los mercados extranjeros.

El consumo de cercanía puede ser el pedal sobre el que colocar el pie para tratar de acelerar un sector que podría arrastrar al resto a la recuperación, inventando un nuevo modelo no tan basado en el turismo y que vuelva a dar vida a unas zonas rurales que, hoy más que nunca, son el refugio de quienes buscan no solo trabajo sino seguridad.